jueves, 14 de abril de 2011

A por la Tercera


No entiendo el debate entre República o monarquía.
Vivimos en una “supuesta” democracia, en la que se supone que los y las ciudadanas podemos elegir a aquellas personas que nos gobiernan y la mayoría aceptamos que eso es mejor que cuando los gobernantes eran impuestos. Entonces, ¿por qué una parte de la sociedad niega que deba ocurrir lo mismo en lo referente al jefe del estado?
Del mismo modo, tenemos una constitución que dice que todas las personas son iguales ante la ley, y la mayoría aceptamos que todas las personas deben tener los mismos derechos y deberes. Entonces, ¿por qué aceptamos que haya una persona, o mejor dicho, una familia que sea la excepción y tenga superioridad por ley a todas las demás?
No voy a entrar en el debate económico sobre los gastos que produce la corona al conjunto de los españoles, aunque el caso me parece sonrojante. Del mismo modo, tampoco entraré a valorar el hecho de que el mérito para acceder al trono por parte del rey no fuera más que tener la bendición de Franco. Y por último, no me pelearé por el hecho de que el único argumento a favor de que el rey y sus sucesores se mantengan en el trono por los siglos de los siglos es que trabajó un 23 de Febrero y debemos estarle agradecidas y agradecidos.
No hace falta entrar en todo eso, porque la realidad del debate se centra en si reconocemos que todas las personas debemos tener los mismos deberes y las mismas obligaciones, entre ellas debe estar el derecho a poder ser elegidas como jefes o jefas del estado, así como la libertad de poder tomar parte en la decisión de a quién se elige. De hecho, aunque se esté de acuerdo con la supuesta “gran labor” que hace Juan Carlos I como jefe del estado, o en que el mejor sustituto suyo sea su hijo, nada les impediría presentarse a unas futuras elecciones a la presidencia de la República, y nada impediría a todas y todos sus seguidores votarles. E indiscutiblemente, nadie puede argumentar a favor de que los hijos de Felipe, sus nietos y demás sucesores vayan a ser los y las mejores preparadas, porque aún no tienen ni uso de razón.
Sin embargo, profundizando en el debate, de lo que uno se da cuenta, es de que el miedo real que existe es a que al revisarse nuestra constitución, hecha en un momento donde se partía de la inexistencia de democracia y con la espada sobre las cabezas de los que apostaban por ella y que temían perder sus esperanzas de acabar con el régimen fascista si tensaban demasiado la cuerda, se revisen también otros apartados con el fin de profundizar en el sistema democrático, acabando de este modo, entre otras cosas, con las ventajas que el sistema electoral brinda a los dos partidos mayoritarios.
Porque la II República fue la mayor experiencia democrática de la que ha gozado España y seguirá siéndolo aunque me pese por bastante tiempo aún. Pero está en nuestras manos el luchar por una democracia mejor de la que tenemos, por una democracia real, en la que el voto de todos y todas las ciudadanas se tenga en cuenta por igual y donde nadie sea más que nadie, y acabemos de una vez por todas con privilegios e instituciones de la época feudal.
Por todo esto y mucho más:
¡VIVA LA REPÚBLICA Y A POR LA TERCERA!

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