En esta entrada voy a analizar una de las bases en que se fundamenta la economía capitalista, de libre mercado y defendida actualmente por las tesis neoliberales. Una de estas bases teóricas es la libre competencia, que en su grado máximo llevaría a una situación de competencia perfecta.
¿Por qué se caracteriza la competencia perfecta? Las características son básicamente las siguientes: existen infinidad de vendedores y compradores; los productos que ofertan los vendedores tienen características similares; no existen barreras a la entrada o salida del mercado (es decir, cualquiera puede poner una empresa sin costes previos y cualquier empresa puede cerrar cuando lo crea conveniente); los consumidores tienen información perfecta y gratuita sobre las características y precios de los productos.
Sobra decir que estas características no se pueden llegar a cumplir nunca, para empezar porque para montar una empresa siempre se va a tener barreras a la entrada (el coste de constituirla, de comprar las materias primas, el local, la publicidad necesaria...), los consumidores no tienen imformación accesible y gratuita sobre todos los productos y precios...
Pero eso no es lo importante, porque lo que quiero mostrar es que incluso cumpliéndose los principios de competencia perfecta, sus conclusiones y sus supuestos beneficios son totalmente falsos.
¿Qué conlleva la existencia de competencia perfecta? Según la teoría económica capitalista, la competencia perfecta lleva a que los precios se determinen según la ley de la oferta y la demanda sin que ningún vendedor tenga poder para subir el precio, ya que eso determinaría que nadie comprase su producto. De este modo, en aquellos sectores que tuvieran beneficios, al no existir barreras a la entrada, cualquiera podría entrar a vender dichos productos y el precio, al incrementarse la demanda, bajaría. Esto produciría que al final, el precio en que se estabilizaría, sería aquel en el que el beneficio fuera cero, ya que entonces no habría nuevos vendedores dispuestos a entrar en el mercado. Es decir, según la economía capitalista, la competencia perfecta lleva a que las empresas productoras no tengan beneficios y vendan sus productos sólo por lo que les cuesta producirlos.
Sin embargo, esta teoría obvia algo que es de vital interés: NADIE pone una empresa para no ganar dinero. Es decir, el precio al que cualquier empresa venderá sus productos será aquel que cubra costes y le produzca al menos el beneficio esperado. Incluso aceptando que el precio pudiera bajar hasta equipararse al de beneficio cero para el productor, esto supondría o bien la salida del mercado de la mayoría de las empresas, con lo que la oferta se reduciría drásticamente y las empresas supervivientes podrían elevar el precio cuanto quisieran, o bien que las empresas que operen en el mercado lleguen a acuerdos para no bajar el precio por debajo de un límite, ya que si no lo hacen su beneficio se acabaría.
Aclarado esto, cabe preguntarse como es la competencia perfecta aplicada al mercado de trabajo. Esta competencia llevaría a que todos y todas las trabajadoras deban competir entre sí para obtener un puesto de trabajo por el mínimo sueldo posible para garantizar su propia supervivencia. En el mercado de trabajo además se dan la mayoría de condiciones de la competencia perfecta, o al menos en mucha mayor medida que en los mercados de bienes y servicios, ya que existen numerosos y numerosas vendedoras (trabajadores/as), no hay en principio barreras a la entrada (no hay que pagar para empezar a trabajar), las empresas (consumidoras de fuerza de trabajo) disponen de información sobre los productos (a través de currículums, entrevistas de trabajo, pruebas de selección, o del período de prueba de 15 días), y además cuanto menos especializado es el trabajo, más homogéneas son las características de los y las trabajadoras. En esta situación, según la teoría de la competencia perfecta, se da inevitablemente la situación de que el precio de la mano de obra baja hasta los niveles mínimos posibles que garanticen la supervivencia de quienes trabajan.
Ante este panorama, sólo se puede concluir que las supuestas ventajas de la competencia perfecta del sistema capitalista, se aplican casi en exclusividad al mercado de trabajo, con lo que aquello que en teoría suponía unas ventajas del consumidor en contra del vendedor, se convierte en ventajas para las empresas en detrimento de los y las trabajadoras. Por ello, se hace necesario que el estado regule la economía y el mercado de trabajo, así como que los trabajadores lleguen a acuerdos al igual que lo hacen las empresas, ya que es el único medio para asegurar que el precio de la mano de obra no bajará por debajo de unos límites.
Te vas a convertir en mi principal fuente de sabiduría.
ResponderEliminarPoco que añadir, ya que abarcas bastante. Un Estado debería plantearse crear empresas públicas cuyos beneficios no fuesen económicos, sino sociales, todo lo contrario que ocurre ahora con las privatizaciones, es lo único que diré.