lunes, 25 de febrero de 2013

23F: la dictadura, el pueblo y el poder

Asistí como muchísimas personas más a las Mareas Unidas del 23F, hice la manifestación y me quedé concentrado allí hasta que se terminó la concentración en Neptuno, y un rato más. Como muchos y muchas otras compañeras de lucha, pude ver el lamentable espectáculo ofrecido por las unidades prodisturbios que el sistema utiliza para aterrorizar, golpear y detener al pueblo que lucha por sus derechos, al mismo tiempo que defiende a un sistema corrupto, ilegítimo y criminal, así como a las personas que lo dirigen (ya sean políticos como Rajoy, Rubalcaba, Fabra, Durán i Lleida, Mas o Rosa Díez, banqueros como Botín o Fernando González, y grandes empresarios como Roig, Arturo Fernández o Amancio Ortega). Ante esto, no cabe duda y podemos afirmar, como lo venimos haciendo muchos y muchas desde hace tiempo, que "lo llaman democracia y no lo es, es una dictadura y lo sabéis".

Sin embargo, además de la represión que el pueblo sufre cuando se manifiesta y lucha por lo que le corresponde, la jornada del 23F me hace reflexionar sobre varias cosas.
La primera de ellas es la cuestión de la toma del poder, porque no se trata de pedir a través de manifestaciones que quienes tienen el poder nos den lo que queremos y pedimos (porque tal y como estamos viendo, no nos lo van a dar), sino de que seamos nosotros y nosotras, la inmensa mayoría que somos la clase trabajadora, quienes tengamos directamente el poder. Y para ello, aunque salir a la calle, manifestarse y concentrarse sea necesario, no basta, y se hace necesaria una mayor y mejor organización entre todos y todas, no para acciones concretas como una manifestación como la del 23F, sino para procesos mucho mayores y que sirvan para la toma del poder por el pueblo. Porque tras las ostias de los agentes prodisturbios no faltan quienes dicen, y con parte de razón, que lo que hace falta contra eso es responder, es usar la violencia contra ellos, contra el sistema. Sin embargo, si hablamos de ejercer la violencia tal y como estamos, el sistema siempre tendrá más y mejores armas, e infinitamente más recursos para usarlas. Nuestra gran ventaja es el número, somos más, infinitamente más que nuestro enemigo, pero nos falta organización, nos falta coordinación y nos falta creernos que de verdad vamos todos y todas juntas de la mano, confiar en el de al lado, pensar colectivamente, aprender de los errores y procesos similares en otros lugares (en sudamérica, por ejemplo, requirieron de cerca de una década para tomar el poder), y sobre todo que toda esa gente que es capaz de ir un día, dos, tres o diez a manifestaciones, que es capaz de parar desahucios de sus vecinos y vecinas, se implique en el día a día de la lucha, en la organización de los movimientos sociales que deben ser quienes logren esa toma del poder. Porque si todo el mundo que va a las manifestaciones se implica, seremos capaces de hacer más y mejores cosas, si todo el mundo que va a las manifestaciones lucha día a día para cambiar las cosas, no habrá nada ni nadie que pueda oponerse. Porque es más fácil oponerse a millones de personas cuando sabes que sólo tienes que resistir un día y luego se vuelven a casa, o si no lo hacen dedicarán un tiempo a pelearse por ver cuál de sus organizaciones es mejor o peor, más fuerte o menos, lo que al final es similar a quedarse en casa, porque permite que quienes sostienen esta dictadura estén plácidamente en sus mansiones viendo por la tele como pataleamos juntas de vez en cuando y como nos peleamos entre nosotras la mayoría de las veces.

La segunda reflexión que me deja la jornada del 23F viene de una discusión acerca de una pancarta que portaba una persona que fue a la manifestación en la que se leía algo así como "fuera la casta política". Acerca de esto, estoy convencido de que no todos y todas las políticas son iguales, porque de hecho todos y todas las personas que ayer fueron a la manifestación no hacían sino política, y no reclamaban sino cosas políticas, y por tanto en ese momento eran políticos. De hecho, todos somos políticos. "Ya... bueno... es cierto, pero nosotros no somos políticos porque no estamos en el parlamento o en un ayuntamiento, o en un partido político", me responderían muchas personas. Y ahora yo pregunto, si alguna de las personas trabajadoras, decentes, dignas, honestas y justas que había en la manifestación, que no es diputada ni concejal, ni está en un partido político, decide mañana afiliarse a un partido para poder cambiar las cosas, para llevar todas esas reivindicaciones y luchar por ellas, y lograra al final un cargo de concejal o de diputada, ¿pasaría automáticamente a ser política y por ello enemiga del pueblo? Rotundamente no, y eso es algo que demuestra que no existe una clase política como tal, que no todos y todas las políticas son ni tienen por qué ser iguales, sino que por el contrario, lo que hay son políticos de una clase, y de otra. Políticos de la clase dominante, y políticos de la clase trabajadora, y que estos últimos sean la inmensa minoría no significa que no existan (sirvan sólo como ejemplo Alberto Garzón en el congreso, los representantes de las CUP en Catalunya o Esther López en la Comunidad Valenciana, personas presentes en las luchas a pie de calle y dentro de los movimientos sociales).

Sin embargo, lo que he escrito anteriormente no significa que no exista una "casta política", es decir un gran número de personas cuya vida personal y militante, así como sus intereses giran en torno a la política institucional y de aparato de sus partidos políticos. A esta casta política pertenecen los representantes del PP (basta con ver la carrera de Rajoy y sus compañeros, al igual que las de quienes han ido apartándose, que siguen siempre ahí y trabajando para compañías que privatizaron mientras estaban en el gobierno como Rato y compañía), del PSOE (exactamente igual que el PP en este aspecto, aunque tenga muchas diferencias con este en sus militantes y su base social), de UPyD (a pesar de ser un partido político relativamente nuevo, miren a ver cuanto llevan metidos en este mundo sus fundadores como Rosa Díez), del PNV o de CiU y Esquerra Republicana. En el caso contrario se encuentra el singular caso de las CUP, cuyos representantes pertenecen en su totalidad a los movimientos sociales, al pueblo.

"¿Y por qué no incluyes a IU en ninguno de los dos casos?" Preguntará alguno con razón. Pues bien, porque me parece que estuvo muy cerca, si no llegó a convertirse y ser parte totalmente de esa casta política, de ahí que llegase a estar al borde de la desaparición. Por eso, porque se había convertido en parte de esa casta política, se hizo necesario plantear un proceso de Refundación que comenzó en el año 2009. Este proceso ha significado importantes pasos y la posibilidad de que existan diputados como Alberto Garzón en el congreso, diputadas en las Comunidades Autónomas como Esther López, Jorge GC o Sánchez Gordillo por ejemplo, y muchos y muchas concejales y concejalas a lo largo de todo el país, que forman parte de diversos movimientos sociales además de en las instituciones (el mismo Cayo Lara participaba ya en los "Stop Desahucios" antes siquiera del nacimiento del 15M, no nos olvidemos). Sin embargo, este proceso no ha sido completado. De hecho, en la recientemente nombrada Ejecutiva Federal de IU, hay nombres como los ya mencionados y también Chema Ruíz, uno de los representantes de la PAH, por ejemplo, que servirían como ejemplo para decir bien alto que IU no es parte de esa "casta política". Sin embargo, el proceso de Refundación no ha sido completado del todo, y eso origina que también se mantengan en los órganos de dirección de IU numerosas personas cuyas relaciones e intereses están centrados única y exclusivamente en las instituciones y en la labor dentro del aparato de Izquierda Unida desde hace décadas, es decir, que haya dentro de IU quienes aún son "casta política", pero también se produce esto porque desde parte de la propia militancia se valora mucho más el trabajo que hacen los compañeros y compañeras dentro de la organización que el que se hace dentro de los movimientos sociales, junto al pueblo y con la clase trabajadora que es quien al final tiene que ser quien tome el poder (y para ello, IU no debería ser considerado sino como una herramienta más, ni la única ni por encima del resto). Debemos entre toda la militancia de IU cambiar esto, y debemos exigir que todos y todas nuestras representantes y dirigentes formen parte del tejido social, de los movimientos sociales críticos, que estén en contacto permanente con el pueblo porque es la única forma posible de ser parte del mismo y no pertenecer a la "casta política", porque es la única forma de que Izquierda Unida sea verdaderamente la referencia para la totalidad de la clase trabajadora y sirva como herramienta para la toma del poder del pueblo. Mientras tanto, tendremos que aguantar infinidad de críticas de nuestros compañeros y compañeras de lucha, ante lo que sólo podremos responder que "hay mucha gente de IU que no es así", pero mientras tanto los que sí son así nos manchan a todos y todas.

1 comentario:

  1. Estoy en estado reflexivo-obsesivo sobre este tema, así que no puedo aportar más que mis líos de cabeza.
    Me limitaré a un " bravo!".

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