viernes, 19 de octubre de 2012

Mariquitas

Eran las 5 de la tarde de un domingo en casa de Pablito. Como cada domingo, su padre estaba en el sofá, descansando tras una dura semana de trabajo en la oficina. Su hermana, dos años mayor que él, andaba en su habitación haciendo dibujos o, tal vez, jugando con sus muñecas. Mientras tanto, su madre recogía la cocina, planchaba y hacía la colada que no había podido hacer durante la semana al estar trabajando en el servicio de limpieza de portales.

Pablito se encontraba junto a su padre, viendo la tele ya que acababa de empezar el partido de fútbol. A los 10 minutos se levantó del sofá.

-¿Donde vas? -le preguntó su padre.

-No se, no me gusta el fútbol, es muy aburrido -respondió Pablito.

-¿No te gusta el fútbol? Pues los que no les gusta el fútbol son mariquitas... -respondió su padre en tono burlón.


-Es que... prefiero ir a jugar con la tata.

-¿Con la tata? Pues jugar con muñecas si que es de mariquitas.

-Jo, no se, pues voy a ir con mamá y así la ayudo, que me gusta planchar.

-¿Planchar? No, si al final va a resultar que nos vas a haber salido mariquita...

Pablito se quedó quieto un momento y tras pensarlo, se volvió a sentar junto a su padre.

-Así mejor, con tu padre viendo el fútbol como un hombrecito.

Tras unos instantes de silencio, finalmente Pablito se decidió a preguntar a su padre.

-Entonces, papa, ¿los mariquitas no ven el fútbol, juegan con sus hermanas y pueden ayudar a su mamá a planchar si quieren?

-Si, los mariquitas hacen esas cosas, hijo -respondió su padre más atento al partido que a otra cosa.

-Entonces, papá, ¿qué tiene de malo ser mariquita?

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