Vivimos en la actualidad una situación complicada para la clase trabajadora. No por la crisis, que es algo propio e inherente al sistema capitalista que Marx ya preveía en sus “anticuados” análisis. Es una situación complicada porque a raíz de la situación económica se están llevando a cabo numerosas medidas en todos los países occidentales que, con la escusa de una salida a la crisis, buscan reducir todos y cada uno de los derechos que los y las trabajadoras habíamos conquistado durante el siglo pasado.
En España se pueden poner como ejemplo la Reforma Laboral (que permite en la práctica el despido libre y supone la precarización de todo el mercado de trabajo), la Reforma de las Pensiones o la supresión de impuestos que gravan a aquellos que más tienen (Impuestro sobre el Patrimonio e Impuesto de Sucesiones). Pero medidas de este tipo llevan adoptándose durante muchos años, desde los 80 en que Reagan y Tatcher enarbolaron la bandera del neoliberalismo (que no es ninguna teoría nueva, sino la mismas teorías del capitalismo puro recogidas por Adam Smith hace más de dos siglos y que se habían suavizado tras demostrarse equivocadas con crisis como la del 29). Y es que desde que Felipe González llegara al gobierno hemos visto como se vendía todo lo público primero (empresas como Telefónica o Iberia), luego como se pagaban colegios concertados en lugar de invertir ese dinero en la mejora del sistema educativo público, con Aznar vimos otro intento de Reforma Laboral en la misma línea que la actual aprobada por el PSOE, y ya con el gobierno actual se aprobó la ley 15/97 que permite la gestión privada de servicios públicos como la sanidad, con la cual gobiernos del PP y del PSOE han privatizado numerosos hospitales y centros de salud empeorando las condiciones de los pacientes, la situación laboral de los y las trabajadoras y aumentando las listas de espera.
Con todos estos antecedentes, no se puede argumentar que las medidas que se están llevando a cabo en la actualidad sean medidas contra la crisis, sino que responden a una intensificación de las decisiones a favor del capitalismo salvaje. Y es que aprovechando como escusa la necesidad de respuestas que la ciudadanía exige para acabar con la actual situación de crisis, los políticos, da igual que sean del PP o del PSOE, se han aprovechado miserablemente y han hecho reformas, sí, pero no para mejorar la calidad de vida del conjunto de la ciudadanía, sino para que las grandes fortunas, los banqueros, los mercados y, en definitiva, los más privilegiados de nuestra sociedad no vean reducidos sus beneficios, sino que los incrementen a costa de los y las que se levantan cada mañana para ir a trabajar o ir a hacer cola a la oficina del INEM.
Todo esto no se puede entender de otra forma que como un ataque desde las clases privilegiadas hacia la clase trabajadora (incluyendo en esta a trabajadores autónomos y pequeños empresarios que trabajan en su empresa), y como ya he expresado antes, es un ataque que lleva produciéndose durante décadas pero que ahora, ante la débil situación de los y las trabajadoras debido a la crisis, se ha intensificado a niveles que no se vivían desde la aparición del Estado del Bienestar, y que ha cogido por sorpresa y desarmados a aquellas organizaciones que debían estar al frente de la resistencia. Y esta situación de desarme, producida por la complacencia de todos y todas tras décadas de conquistas sociales de la clase trabajadora y ante la aparente tregua y prosperidad que nos brindaba el capitalismo, ha ocasionado que cada una de las organizaciones que deberían luchar contra los ataques reaccione de una manera distinta para intentar salvar aquello que teníamos, produciéndose en ocasiones decisiones tan criticables y dañinas como el acuerdo para la reforma de las pensiones entre el gobierno y los sindicatos mayoritarios. Pero ante todo esto, lo primero que debemos hacer es tomar y crear conciencia de que estamos siendo atacados, están cercenando nuestros derechos y quitándonos cosas que habían llevado siglos de lucha conseguir. Y ante esto, ¿qué hacemos?
La única alternativa que nos queda es la lucha, nuestras armas seremos nosotros y nosotras, y nuestra voz, esfuerzo y determinación serán la munición.
Sé que parece complicado, que miramos a nuestro alrededor y nadie parece dar el primer paso, y que cuando alguien lo da, a su alrededor se alzan voces diciendo que no servirá para nada, pero el 20-M en Madrid vimos como somos, al menos, veinte mil personas. Ahora hay que luchar para ser más. Los argumentos son claros, y es que la clase trabajadora no ha conseguido nunca nada sin luchar. Los derechos de los y las trabajadoras no surgieron porque un buen día los empresarios dijeran “pobrecitos los trabajadores que mal viven, vamos a darles unos días de vacaciones al año, un sueldo mayor, limitar la jornada laboral a 40 horas, cobertura sanitaria y educación para todas y todos, además de darles una pensión de jubilación a partir de los 65 años “. Todos los derechos que hemos disfrutado y nos están quitando poco a poco fueron conseguidos por aquellos y aquellas que lucharon a pesar de que parecía imposible conseguirlos, y en una situación de desprotección aún mayor que la actual.
Y es que la lucha de clases no terminó nunca, sólo parecieron ceder durante un tiempo en sus altas pretensiones para clamar por la “paz social” y crear en la conciencia colectiva un pensamiento de que la lucha de clases era algo de otra época, que en la actualidad todas las personas formábamos parte de la clase media y por tanto estábamos en un sistema próspero y cuasi perfecto. Y casi todo el mundo lo aceptamos sin darnos cuenta que para que exista una clase media, debe existir una clase alta y otra baja, aunque a la primera se nos vendiera que cualquiera podíamos llegar a pertenecer y a la segunda se la escondiese en los países explotados del tercer mundo.
Pero ahora, en esta difícil situación, hay que darse cuenta de que la lucha de clases es un concepto actual, que nunca ha dejado de existir porque nunca hemos llegado a un sistema en el que todos y todas seamos iguales, que ni siquiera la democracia es tal cosa cuando aquellos que gobiernan hacen las leyes bajo el dictado de los mercados y sin escuchar la voz de la ciudadanía, y que las leyes permiten que los banqueros y especuladores del ladrillo hayan obtenido beneficios enormes durante muchos años y ahora, en lugar de pagar las consecuencias de la crisis que su libertad de actuación ha producido, socializamos las pérdidas y es la clase trabajadora quien sale perdiendo.
No podemos permitir que esto siga así, debemos luchar para recuperar aquellos derechos perdidos y conquistar muchos otros que aún no habíamos logrado. Estamos en una lucha en la que actualmente sólo pelea uno de los bandos. Es hora de salir a la calle y gritar:
- NO a la dictadura de los mercados y el capital
- SÍ a la democracia real
- NO a las guerras imperialistas
- SÍ a la lucha de la clase trabajadora frente a los capitalistas
Y tengamos en cuenta que ganar parecerá complicado, pero si no luchamos ya habremos perdido y tendremos que explicar a las generaciones futuras por qué no defendimos y luchamos cuando pudimos por aquello que era nuestro.
Majo, estoy aplaudiéndote por esta entrada. Muy muy buena.
ResponderEliminarCuánta razón, te acompaño en esa lucha. Deberíamos tener claro a estas alturas que nadie lo hará por nosotros y no podemos seguir siendo titereados.
ResponderEliminar¡Buen análisis! Me gusta este fragemento:
ResponderEliminar"que las leyes permiten que los banqueros y especuladores del ladrillo hayan obtenido beneficios enormes durante muchos años y ahora, en lugar de pagar las consecuencias de la crisis que su libertad de actuación ha producido, socializamos las pérdidas y es la clase trabajadora quien sale perdiendo."
Nunca se me había ocurrido el término "socializar las pérdidas", que parece que es lo único "socialista" que hacen los Psocialistas.
Sí a la resistencia civil pacífica, al estilo Ghandi. :)